LA FIGURA HUMANA DE DON FERMÍN - 7/10/1978 MARTÍNEZ GÓMEZ-GORDO


Don Fermín Santos no permanece mucho tiempo en ningún sitio y está en todas partes, dada su inquieta vivacidad. Así como es un espíritu en vibración eterna, como señalara Prados López, su cuerpo es un corcel desenfrenado que ha encontrado el movimiento continuo. Pero entra siempre en los lugares públicos silencioso y de puntillas: para no molestar. Él, que podría pisar fuerte por su gran personalidad y por el afecto que aquí se le tiene, viene siempre con afable humildad franciscana -aquellos ademanes de fraile limosnero que yo hace años señalaba- como cara opuesta a su grandeza artística y creadora. ¡Qué bien nos lo pinta el Dr. Martínez Falero, al señalarnos que es un hombre cabal, de una gran delicadeza, sensibilidad y respeto por el semejante, y que dentro de su timidez, se alberga una inusitada elegancia espiritual, esmaltada con la generosidad propia del caballero alcarreño, que contrasta con las privaciones en su infancia y juventud, como él mismo nos cuenta!

Y va siempre provisto de media docena de rotuladores negros con los que pinta y pinta figuras humanas que halla a su paso. Y las pinta en los papeles que encuentra más a mano: en una página del periódico o de la revista que lee en aquel momento, o, si la idea le viene en la duermevela de la madrugada, salta como un poseso a plasmarla en el acopio de viejas revistas que siempre tiene a su alcance. "Capto así -nos dice- imágenes, gestos o posturas ‘vírgenes' que surgen explosivamente en la cantera inagotable de mi imaginación." Y pinta así, porque es un artista ‘libre', que saborea su libertad, que no tolera encasillamientos de estilos, y lo hace como expresión de juvenil rebeldía. Sin embargo, su preocupación social es indudable; ya el Dr. Juderías dijo de su arte que estaba inspirada en una filosofía y una poética auténticamente barojiana: yo diría que entre las penumbras de sus sugerencias sociales bulle una masa humana marcada por la tragicomedia de nuestra vida.

[...] ‘Pintor raro', le llamó Campoy; ‘pintor social', le llamo yo; ‘pintor de Madrid', le llamó Campoy, ‘pintor de Sigüenza' o a lo sumo ‘de Castilla', le llamé yo. Porque Fermín Santos nació en Gualda, se crió en Madrid y maduró en Sigüenza, su Sigüenza; esa Sigüenza episcopal que él ha recreado, como señalaba Monje Ciruelo.
Visitar su campo abierto de trabajo, en la penumbra de su patizuelo donde una pequeña fuente invita a beber a los gorriones, sus amigos, en el estudio de la calle de San Roque, es vivir unas horas en un ambiente irreal. Es soñar y emocionarse con él. Su fiel esposa, Tomasa, nos espía, como entre telones, en su afán de servirle con arrobo. Falta, por desgracia, la compañía de su perrita Esmeralda [...] que sabía guardar como nadie los cuadros que Fermín sacaba al sol de la calle, pringosos aún de aceites y aguarrás [...]

Allí, en el patio, sobre un par de caballetes o sencillamente apoyados contra la pared, junto a troncas diabólicas que algún día nos tallará nuestro Fermín, se nos ofrecen las enigmáticas y misteriosas manchas que poco a poco se convertirán, sugerentes, en una obra maestra. Con frecuencia, se trata de un lienzo que fue con anterioridad paleta mezcladora de pinturas, con negros goterones, huella de un trabajo arbitrario de sol a sol. A sus pies, docenas de pinceles ruedan por el suelo mezclados con múltiples espátulas. Cuando hace falta luz del día, pasa a pintar a su rincón de los dibujos de tinta china, que realiza por docenas, incluso en sus horas de insomnio - ¿duerme alguna vez Fermín?-, y en un taburete lacado en blanco rutilo, se desparraman cientos de palillos mondadientes y media docena de frascos de tinta china; hay palillos mordidos, rasgados, doblados, retorcidos, afilados, y tres cajas más de mil palillos, para que su arte no se agote por falta de armas de trabajo. Su casa-estudio de San Roque es como una caja de Pandora: allí se puede encontrar de todo. Por el suelo, montones de libros, docenas de maletas numeradas, cientos de cuadros pintados y enmarcados; hay libros de arte por todos los rincones junto a revistas y recortes de periódicos que hablan de su pintura.


Y todos los críticos hablan con cariño de él. Hablan de su arte personalísimo; que si ‘tremendismo', que si ‘expresionismo'... pero Fermín no se deja atrapar. No se encasilla. Unos le llaman genio, otros maestro, muchos epígono de Goya, de Alenza, de Esplandiú, o de Solana... pero sospecho que muy pocos lo conocen en su intimidad con la profundidad con que yo lo conozco o creo conocerlo. Y lo palpo, le inquiero permanentemente sus porqués; le doy explicaciones de sus cambiantes estilos; [...] le valgo de espejo, a la manera psicoanalítica para que se conozca a sí mismo, y le sonsaco poco a poco toda su profunda ternura. Me asombra y me infunde también un respeto imponente ese Fermín que nunca habla, silencioso, que quiere o sabe escuchar, pero que tiene un interior volcánico que tal vez necesita de la válvula de escape de esos minutos contados que habla conmigo, y que son minutos que robo de su arte inconfundible; porque todo cuanto él quiere comunicarnos, nos lo expresa en sus cuadros. ¡Qué gran personalidad ferminiana nos acompaña en nuestra ciudad del Doncel!


Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo
Cronista Oficial y Alcalde de Sigüenza
(Nueva Alcarria, 7 octubre de 1978)
Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.