NUESTRO FERMÍN SANTOS - 5/2/1975 MARTÍNEZ GÓMEZ-GORDO

En los dieciséis años que llevo juzgando la obra artística de Fermín Santos, pasan de diez los artículos dedicados a su arte pictórico, y la frase elogiosa o el juicio admirativo han ido en crescendo. Señalé sus diversas facetas pictóricas con un brusco cambio de paleta, considerándolo como médico al fin que soy, como efectos de su constitución ciclotímica, con sus profundos vaivenes de humor, para cambiar del franco y vivo colorido al más tétrico y oscuro tema y colorido pardo osecuro, goyesco. Y para mi asombro, me entero por sus declaraciones que no es cambio de humor, fase maniaca o fase depresiva, como ya lo había enjuiciado, sino la más pura expresión de su verdadera libertad pictórica; una vez que no ha de depender por necesidades económicas de la petición del mercado.

Fermín Santos pinta, ahora sí, cambiando rotundamente de paleta, como una expresión de juvenil rebeldía, porque, digámoslo sin ambages, le da la real gana. Bendito libertinaje artístico que en Fermín Santos ha logrado, con su costosa madurez, una serie de obras de elevado valor estético... inquietantes, exuberantes en mensaje, sugerentes...pero que, en contrapartida, para quienes veníamos con nuestros escasos ahorros adquiriendo año tras año sus cuadros, se han elevado a unos precios de fábula, que hace unos años eran poco menos que incomprensibles.

También estamos asistiendo a un fenómeno social en el mundillo del Arte que, aunque nos llena de satisfacción, nos duele en el corazón, porque nos roban, en nuestra propia cara, un hijo ilustre. El crítico y maestro Campoy, junto con otros críticos madrileños, han dado por llamarle "el pintor de Madrid". Señores, un poco de seriedad. ¡Yo sólo les admito, en buena lid, que le llamen el "pintor de Castilla"; porque sólo de esta manera podríamos incluir en la calificación su eterno tema alcarreño, sus tierras de Guadalajara, tierras entrañables que le vieron nacer, crecer, madurar en su caballete volante, durante más de medio siglo. Y, apurándolo más, le llamaría "pintor de la Ciudad del Doncel"; porque, en verdad, no ha habido nadie que haya pintado más rincones, más fachadas, más perspectivas de Sigüenza que el propio Fermín Santos. No en vano, he pedido ya varias veces para él al Ayuntamiento que se le conceda el nombramiento oficial de Cronista artístico de Sigüenza, y que espero sea en breve una realidad.

Sin él, las fiestas de verano en honor a San Roque, ya lo he dicho mil veces, no tendría colorido. La inauguración anual de su Exposición, cada día más ambiciosa, es como el primer cohete de las fiestas de San Fermín en Pamplona. Para él se reserva con todo derecho, año tras año, la semana grande del Arte en la permanente exposición de arte de la época veraniega seguntina. El, con su menudo cuerpo de banderillero y sus modales de fraile limosnero, llena todo el amplio salón medieval del antiguo Ayuntamiento del señorío de la mitra seguntina, que un día pisara un cardenal Mendoza, un Cisneros o un artista de la talla de Vandoma, a quien nadie tiene que envidiar.

Nos entristece mucho que nos lo arranquen de nuestras manos, que le llamen "el pintor de Madrid", que se cotice por tan alto que no podamos ya tener más cuadros de él prestigiando nuestras paredes, que le llamen "el nuevo Solana" o "el nuevo Goya"...; porque para nosotros, aún orgullosos de todos sus éxitos, sólo queremos que siga siendo por muchos años "nuestro Fermín Santos".



NOTA: Artículo publicado en el Semanario Pueblo, el 5 de febrero de 1975, en la sección "Firmas 75. Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.