SIGÜENZA, ANTE LOS PINTORES "SANTOS" - 12/08/1983

La sala de exposiciones del Parador Nacional de Turismo "Castillo de Sigüenza", se viste de gala durante todo el mes de agosto para recibir al "Trío de color" de la familia Santos. Son tres exposiciones cada una de ellas con fuerte personalidad propia e inconfundibles, aunque nacidas de un mismo tronco, la del maestro Fermín, nuestro laureado "cronista artístico de la ciudad de Sigüenza", que dan brillantez y prestigio al bien ganado galardón de "ciudad del Doncel" y que merced a la habitual presencia del "Clan Santos", ha conseguido que el amor hacia la pintura en nuestra ciudad sea una feliz realidad, ya que en muy pocas casas seguntinas falta un cuadro o un dibujo de don Fermín o al menos de cualquier miembro de la familia Santos.
Don Fermín Santos, con su planta de banderillero y ademanes de fraile limosnero, como hace veinte años yo le descubrí, creo que con acierto, nos pide permiso con humildad franciscana para entrar en nuestros hogares por el ventanal siempre evocador y sugerente de sus cuadros costumbristas, o de sus bellos rincones seguntinos o sus interiores catedralicios. Con su paleta de negros, bermellones y amarillos, con chafarrinones blancos rutilo, en la calenturienta, fantástica y goyesca vorágine de su postura "post impresionista, memental", nos canta la vida misma que tiembla en los entresijos de nuestras piedras centenarias, con olor de mieses de pan llevar, tufillo de congrio rancio y sudarina de soles de siega, cuando no de vapores de vino y escabeche de besugo de sus rincones tabernarios.

En esta última exposición sus lunas de cara llena rielan hilos de plata sobre las tinieblas de sus piedras verdirrojas en competencia con los fogonazos de la luz de sodio de sus faroles. Don Fermín ha captado en fin el embrujo de las noches seguntinas con la nueva iluminación artística de la ciudad.

Su hijo Antonio Santos Viana, el "Viana" artístico, con sus acostumbrados fondos acrílicos y tierras ásperas y densas de primer plano, nos evoca las escenas pueblerinas, las labores del campo, las perspectivas sobrias y cuasi desérticas de las parameras ocres y rojas de nuestros campos. Es el notario de nuestro folklore, el anotador quisquilloso de nuestros espantapájaros, nuestros postes telegráficos, nuestros árboles centenarios -viejos olmos de plazas castellanas- de nuestros pastores, que con aire de pétreos fósiles hacen guardia junto a nuestros caminos, con la sola compañía casi humana del pequeño perro y su corto rebaño de ovejas...

Su hijo Raúl, el meticuloso dibujante a pincel de nuestros evocadores rincones, buscando siempre la perfección de su pintura realista, tanto que apenas le falta un adarme para ser hiperrealista; pintura amable, en fin, para tener enfrente a sí en la larga contemplación invernal de la sala de estar, junto al televisor, cuando a la intemperie rondan los "bajo cero" y uno se hace hogareño...
Sigüenza, la eterna y sin par Sigüenza está enraizada en el corazón del clan Santos, y se remoza una vez más este año con sus fiestas veraniegas, al amparo de San Roque y la maternal mirada de su Santísima Virgen de la Mayor, para ser pintada con pinceles amantísimos por esta familia de pintores que bien merecen el aplauso de todos los seguntinos y de los amantes de la ciudad.


NOTA: Artículo publicado en el Semanario Nueva Alcarria, el 12 de agosto de 1983. Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.